viernes, 8 de agosto de 2008

Joaquín Sanchez Mariño



Enigmas




Es inútil el intento de pertenecerme
Cuando la tenacidad no me identifica.
Es un cuento signado por la infamia
Mi persona mendigando tu designio.

La inocencia que he perdido
En el vasto mundo
Me ha usurpado el plano del instinto,
Hoy soy sólo lo que digo.

Sueña ahora, partícula del tiempo,
Que no espero a tu cobarde rebeldía.
Duerme ahora tentáculo del miedo,
Calla y deja que se asomen los enigmas.






Ajenidad

Salpica libre el sol
Oh, malta pecadora
Corre el cuento de niño que fumiga,
Calumnias de ajenidad
¡Hermana!
¡Hermana tierra!
¡Hermana!
La calle se va con otros
Y queda solo mi velo
Mi angustia
Mi ajenidad
De la luz
Que va
Que cae
Que sobra
Que baña
Que inunda
Que muestra
-¡Feroz!-
El trueque de hielo inédito,
Un Amanecer de mí,
Un Atardecer de usted,
Yoes de penumbras muertas,
Ajenidad,
Grito,
¡Ajenidad!
Perfume de hora larga y tuya
Manifiesto de vacío
El devenir.
Ruido,
Decepción y ruido.
Indígena de modernidad,
Moda nueva de recíprocas fealdades
Todo, nada,
Nada, todo
Diminutivo de luz,
Y correr de nuevo,
Hermano escape,
Prima persecución,
Ajenidad,
La voz de dios veloz
Se interpone peregrina,
Marea sublevada,
Y el resto
El todo
Ajenidad.






El aterrado

Soy –o quiero ser-
un intelectual enloquecido:
-Impulsivo y consecuente-.

Yo, que pretendía saberlo todo,
hoy todo lo sospecho,
adolescente idiota,
porque sospechar me asusta menos que saber.

Y lucho desterrado contra todos mis prejuicios.
Y sigo en pie.
Pero la poesía cuando no es triste no sirve,
digo, o me decís vos.

Y es tarde y no me importa.
Aunque tal vez debiera importarme.
Resulta que el tiempo a veces se diluye…
y es mucho más maleable y dócil;
amigo, generoso, cómplice.
Cómplices las horas de esta tarde
que son el reflejo de mi estado de ánimo.
Pero son también el tinte trágico de un verano que vendrá,
Que será invierno en las frías tierras del norte.
Que será invierno y savia de mí llanto.

Recordaré entonces,
Entre lágrimas de mi ojo seco,
Que la poesía cuando no es triste no sirve,
Pero tal vez valga tanto más la pena.









Joaquín Sanchez Mariño
Por qué escribo.

Y dónde hablar de uno si no es la escritura. Dónde recordar qué hacemos, dónde imaginar qué haríamos de no hacer eso. Si se trata de mi identidad doy un nombre, pero dudo que allí vaya a estar yo. Si se trata del quehacer diré nada, sino soportar la sucesión de espacios vacíos. Pero si acaso se tratara -como en un cuestionario utópico- del por qué sin más, del por qué lo que suponga, del por qué lo que yo quiera; diré que porque sí, diré –casi con un grito- que así me conocí: desvariando, desmenuzando, inquiriendo, desglosando.
Mi vida es la escribitura, el paladar verbal, la invención lenguilística; y la mentira favorita de los brutos: el que no sabe inventa.
En realidad, como en todos, mi vida es tantas cosas que la escritura se vuelve la recapitulación pintoresca de instantes, de lugares, de imágenes de ideas, de ideas de imágenes, de anécdotas, de querencias…
Soy -diremos la verdad después de todo- un obsesivo de mí. Cada vez que me defino me re-invento.

2 comentarios:

Emmanuel l. Franco dijo...

Muy hermosa tu definicion!
exitos
emmas!

Marimé dijo...

Coincido con vos, Joaquín. Y celebro y me compadezco de tu lucidez. Duele un poco -o mucho-. Además de celebrar las coincidencias de la historia, que se divierte urdiendo. Me gusta tu paladeo verbal. Dan ganas de más re-definición.
Saludo desde tu prehistoria y desde tu presente.
Bien.

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