viernes, 27 de agosto de 2010

Estefanía Martos





Marco con el pie en la tierra

un territorio

en el borde se agitan las manos

recalcando la frontera de suelo seco

la línea que divide mi horizonte

no la surcan los cuervos.

Una cortina de pulmones se desata

desde la raíz de la tierra

penetra el cielo, las nubes

bestias gimen la frontera

el borde es fuego de lava

quema los pies borrando las huellas.

En mi lado el aire denso se comprime

del vacío nace el color absoluto

del silencio caen las costras

se filtra la luz como el agua

las bestias solas recorren la tierra

latiendo la piel

debajo del cielo.

.

.

.

Nació una niña del fuego

su aullido sin sexo convocó a las bestias

niña cuerpo de coral salió del vientre

habló a los hombres

hicieron cruces para colgar sus cuerpos

masticaron osamenta de buey

para la vida nueva

llovió por nueve lunas

el agua bilis disolvió las costras

murieron aves

peces desovaron entrañas

en los ríos de carne se bañó la niña

el amor nació de un cuervo sacrificado

los hombres se hicieron llagas en la tierra

cuerpos blandos sin sol

sin voz en los ojos.

.

.

.

La pileta es una huella

de gigante

en el jardín.

Alguna vez fuimos niños

peces turbulentos dorándonos al sol.

El día boca abierta para nosotros

luz y agua eran suficientes

Animales primitivos

la piel bebía del aire

los dedos hilaban el viento

la carne recién nacida en los huesos.

Fuimos niños alguna vez

con sol

con universo en forma de agua.




Escribo para habitarme, para reunirme, para crear un cuerpo-puente que sea contacto, canal. Escribo para ser tierra, luz, bestia, para multiplicar, mutar, para olvidar los territorios, marcar un espacio absoluto, para ver cuando las fronteras se deshacen como nube.

Nacida el 27 de Septiembre de 1983 en Buenos Aires. Vivió 6 años en Misiones y regresó para estudiar Letras. Actualmente reside en Bs As.





jueves, 26 de agosto de 2010

Deleuze 1

El sentido es la cuarta dimensión de la proposición. Los estoicos la descubrieron con el acontecimiento: el sentido es lo expresado de la proposición, este incorporal en la superficie de las cosas, entidad compleja irreductible, acontecimiento puro que insiste o subsiste en la proposición.





...





Es difícil contestar a quienes quieren bastarse con palabras, cosas, imágenes e ideas. Porque ni siquiera puede decirse del sentido que exista: ni en las cosas ni en el espíritu, ni con una existencia física ni con una existencia mental. ¿Puede decirse al menos que es útil, que hay que admitirlo en razón de su utilidad? Ni siquiera, ya que está dotado de un esplendor ineficaz, impasible y estéril. Por ello decimos que de hecho no puede ser inferido sino indirectamente, a partir del círculo al que nos arrastran las dimensiones ordinarias de la proposición. Solamente hendiendo el círculo, como se hace con el anillo de Moebius, desplegándolo en su longitud, destorciéndolo, la dimensión del sentido aparece por sí misma y en su irreductibilidad pero también con su poder de génesis, animando entonces un modelo interior a priori de la proposición. La lógica del sentido está enteramente inspirada por el empirismo; pero precisamente sólo el empirismo sabe superar las dimensiones experimentales de lo visible sin caer en las Ideas, y acosar, invocar, y tal vez producir un fantasma en el límite de una experiencia alargada, desplegada.

Gilles Deleuze - La lógica del sentido

miércoles, 18 de agosto de 2010

Violeta Canggianelli


Extractos de

Como el amor de la vida de un perro grande.

(…)

Ese día en Brasil

Regida únicamente por la risa y el agua de lluvia no pude asumir en mis movimientos ni la más mínima dosis de cálculo, ni la obtención con mis acciones de algún beneficio.

Necesité conocer más allá de las palabras y del tono de esa voz masculina que me recordaba únicamente a mi padre. Y pensé: “La voz puede estar impostada”.

Perdí mi nombre de flor y hasta la punta de saber cuándo algo se termina. Violeta es el color que más busco en el fondo de su cara mojada: el agua y la imagen de ir y venir en el tren a Quilmes, con mi bolso agarrado y sus anotaciones de despedida.

Nunca tuve una canción transparente antes.

La noche de día que nos encontró en Bombas y Bombiñas despiertos, hizo algo supremo en mi viaje desierto. Sólo me hizo reír- le conté a mi concubina y leímos Calvino hasta que se nos hizo de noche y seguía lloviendo.

Quedé intacta de sus ganas repletas en mi cuaderno de flores.

“No volvimos a reírnos así, hasta que volvió a hacerse el día” y ni se nos cruzaba ser novios ni algo. Su voz gruesa de niño sumó en la forma de mirarnos y hablar pero me faltó algo en la despedida porque me dejó con la muerte de dios igual que vos.

Allí parada, con la pecera de dios vacía y la loza de cuarta lavada.

El día siguiente de otro día carioca

Lo vi desnudo o en forma al día siguiente de ese desvelo. Nuestros cuerpos secos, cansados con la resaca de mar. Su peso en mi falda. Pensé en flor y en su color despintado.

Limpié las ojotas con restos de arena y un poco de barro y lo invité a caminar a la orilla del agua. Caminamos adentro y afuera de las olas mansas.

Las casas eran todas iguales con lluvia: calurosas y húmedas.

El olor de la playa en mi ropa y la estadía totalmente sujeta a poder hablar un rato con alguien.

Cocinamos sencillo para invitar a esos sujetos descalzos. Hospedamos también a sus equipajes mojados y los homenajeamos con una botella de vino barato.

Sus anotaciones tuvieron el golpe de efecto contrario a la despedida. El agua y las burbujas de dios sin su movimiento.

Yo vi su nadar desganado. Sin bien, sin mal con su paso irónico y confiado.

“Te bautizo pasado” –me dije y pensé que así cerraba esa etapa y dejaba inaugurada una nueva y más sana.

Tercera ensoñación

El balanceo del caramelo en mi lengua me condujo ese verano a mi ser perra negra.

Mi espalda de porcelana clarita quedó desolada y virgen los años que estuve esperando algo de esos perales rosados. Como verdades de pura crueldad, esa madrugada nacieron tres aceitunas del olivo que sembré en mi balcón de bondades.

Los conductos hoy huelen a lavanda fresca. Brota de mi voz el idioma brillante de las estrellas al aire libre que iluminaron mi falda.

Son niñas que sueltan sus collares de hilos dorados y muestran algo de mi amor desmesurado. Como el amor de las perras a solas con sus hijas cachorras encima.

Y siendo suavizadas tanto, por esos ecos risueños y selectos, de alguna otra perra más virgen.

La eterna calaña desmedida que no sueña.

El morir de perra sucede en ese instante y allí aparece la ausencia.

(…)

Los gatos pintaron de verde mi nuca enrulada.

Ellas me vieron cuando entraba a bañarme en esa ducha de baño traslúcida con bañadera antigua y cortina finita. El agua en caída libre mezclada con mi culpa de siempre y el olor del goce por lo desierto desparramado en el piso. Las manchas púrpuras e intensas fueron subiendo de tono por partes de mi cuello marcado con besos.

Mi pie descalzo entrando en lo tibio de esa transparencia líquida y plateada. El ombligo desnudo de mí y la voz de esa gata nueva en mi sueño. Toda mi falta en la vidriera de mi cara y la escasez de monedas para el viaje en algún medio público.

Sin monedas para gatos. Sin monedas para esposas con gatos. Sin monedas para mí y la escasez de pintura invisible para cubrir esa escena prohibida.

Lo propio oculto en la transparencia de la cortina finita. Lo familiar del otro lado de mi mundo ideado y lo ajeno en dirección a mi nuca enrulada.

El pez siguió negro y bien muerto en mi valija compacta. Su cuerpo casi desaparecido en azules de muros húmedos y mi pelo mojado con ganas de nuevo.

Son esas gatas que pintaron mi nuca de verde y dieron vuelta el destino. Gatas de huesos flacos, gatas tibias. Sin gato compungido con la muerte de dios, ni con la voz obvia de los opuestos, cerca.

El personaje nuevo de mi sueño sabía algo de gatos. Vivía en una casa baja con patio, apta para ellos y admiraba la filosofía de vida que tienen, a veces, los felinos.

(...)

Violeta Canggianelli


Nací el 18 de diciembre de 1973. Publique mi primer libro de poemas “El Hotel de la danza” de la Editorial Huesos de Jibia, en noviembre de 2008.

¿Por qué escribo?...

Escribo poesía porque mi alma necesita nadar en agua dulce y salada.

Y cada tanto, me propongo dar a luz alguna estrella que baile.



martes, 17 de agosto de 2010

Blanca Varela I

Secreto de Familia

Soñé con un perro
con un perro desollado
cantaba su cuerpo su cuerpo rojo silbaba
pregunté al otro
al que apaga la luz al carnicero
qué ha sucedido
por qué estamos a oscuras

es un sueño estás sola
no hay otro
la luz no existe
tú eres el perro tú eres la flor que ladra
afila dulcemente tu lengua
tu dulce negra lengua de cuatro patas

la piel del hombre se quema con el sueño
arde desaparece la piel humana
sólo la roja pulpa del can es limpia
la verdadera luz habita su legaña
tú eres el perro
tú eres el desollado can de cada noche
sueña contigo misma y basta

Blanca Varela de Camino a Babel

Barthes 1

Roland Barthes - Mitologías (extractos)

El mito es un habla
...
El mito no se define por el objeto de su mensaje sino por la forma en que se lo profiere: sus límites son formales, no sustanciales. ¿Entonces, todo puede ser un mito? Sí, yo creo que sí, porque el universo es infinitamente sugestivo.
...

¿Qué es lo específico del mito? Es transformar un sentido en forma. Dicho de otro modo, el mito es siempre un robo de lenguaje.
...
Realmente la mejor arma contra el mito es, quizás, mitificarlo a su vez, producir un mito artificial: y este mito reconstituido será una verdadera mitología. Puesto que el mito roba lenguaje ¿por qué no robar el mito?
...
El mito, en la izquierda

Si el mito es un habla despolitizada, existe por lo menos un habla que se opone al mito: el habla que permanece política. Debemos volver aquí a la distinción entre lenguaje -objeto y metalenguaje. Si soy un leñador, y como tal, nombro el árbol que derribo, cualquiera sea la forma de mi frase, hablo el árbol, no hablo sobre él. Esto quiere decir que mi lenguaje es operatorio, ligado a su objeto de manera transitiva: entre el árbol y yo lo único que existe es mi trabajo, es decir, un acto. Ese es un lenguaje político: me presenta la naturaleza sólo en la medida en que quiero transformarla, es un lenguaje mediante el cual yo actúo el objeto: el árbol no es para mí una imagen, es simplemente el sentido de mi acto. Pero si no soy un leñador, ya no puedo hablar el árbol, sólo puedo hablar de él, sobre él. Mi lenguaje deja de ser el instrumento de un árbol actuado, ahora el árbol cantado se convierte en instrumento de mi lenguaje; sólo tengo con el árbol una relación intransitiva; el árbol no es más el sentido de lo real como acto humano, es una imagen en disponibilidad; frente al lenguaje real del leñador, creo un lenguaje segundo, un metalenguaje, en el que voy a poner en acción no las cosas, sino sus nombres, y que es al lenguaje primero lo que el gesto al acto. Este lenguaje segundo no es enteramente mítico, pero es el sitio exacto en el que se instala el mito; porque el mito sólo puede trabajar sobre objetos que ya han sufrido la mediación de un primer lenguaje.
Existe por lo tanto un lenguaje que no es mítico: el lenguaje del hombre productor. Toda vez que el hombre habla para transformar lo real y no para conservar lo real como imagen, cuando liga su lenguaje a la elaboración de cosas, el metalenguaje es devuelto a un lenguaje-objeto, el mito es imposible. Por eso, el lenguaje verdaderamente revolucionario no puede ser un lenguaje mítico. La revolución se define como un acto catártico destinado a revelar la carga política del mundo: la revolución hace el mundo y su lenguaje, todo lenguaje es absorbido funcionalmente en ese hacer.

Kristeva 1

El comentario social tiene a veces dificultad para distinguir el fantasma de la realidad. Puede ocurrir, por ejemplo, que se acuse a un escritor de acciones horrorosas que fueron ejecutadas realmente por verdugos (Sade equiparado a un nazi). Muy por el contrario, podemos pensar que la puesta en forma - verbal o pictórica - de los fantasmas es nuestro más sutil reparo contra los pasajes al acto: hacer conocer los propios fantasmas formulándolos y comentándolos procura un goce que evita el horror de traducirlos en actos.
Se preguntarán ustedes: ¿no estamos hoy acaso, gracias a la mediatización visual, en un verdadero paraíso de fantasmas? ¿No estamos saturados de fantasmas, estimulados para producirlos y para convertirnos cada uno de nosotros en creadores imaginarios?
No hay nada menos seguro.
La llamada sociedad del espectáculo es, paradójicamente, poco propicia al análisis de los fantasmas e, incluso, a su formación. Las "nuevas enfermedades del alma" se caracterizan especialmente por el frenado, cuando no por la destrucción, de la facultad fantasmática. Estamos atiborrados de imágenes de las que algunas entran en resonancia con nuestros fantasmas y nos apaciguan, pero que, a falta de palabras interpretativas, no nos liberan de ellos. Por añadidura, la esterotipia de estas imágenes nos priva de la posibilidad de crear nuestras propias imaginerías, nuestros propios libretos imaginarios.

Julia Kristeva, La revuelta íntima, Literatura y psicoanálisis. Eudeba, Bs. As., 2001

Taller Gratuito con inscripción previa- Hay tiempo hasta el 18 de Octubre de 2023

 Un espacio para empezar a mostrar y repensar el trabajo en función de una primera socialización cuidada, con personas que escriben con pasi...