Siempre he dicho que la escritura es energía que toma forma en el lenguaje. Las energías
sexual, libinidal, mental y espiritual nos brindan la posibilidad irresistible de declarar
cosas, de hacer nuevas proposiciones, de buscar soluciones que puedan romper los
patrones sociales de violencia y muerte, de explorar territorios desconocidos de la mente,
buscar cada una de nuestras identidades, y llenar la abertura entre lo real y lo irreal. En
otras palabras, la energía nos motiva a escribir pero también necesita encontrar su
motivo para ser capaz de hacerlo. La energía debe salir y entrar. El cuerpo es su canal, pero el
cuerpo reclama ser más que un canal: piensa estrategias para regular el flujo de esa
energía. El cuerpo sólo no puede procesarla toda, y necesita el lenguaje para hacerlo
dentro de un sentido social. Entre los usos que hacemos del lenguaje, hay uno
privilegiado llamado escritura creativa. En este sentido es que digo que la escritura forma
figuras y significados dentro de la espiral de energía que nos atraviesa. Filtrada por el
lenguaje, esta energía encuentra un ritmo, se vuelve voz, se transforma a sí misma en imágenes y metáforas. La energía que es demasiado baja te mantiene en silencio; la energía que es muy alta crea ruido en lugar de significado —aún cuando el silencio y el ruido con el tiempo puedan interpretarse como un impulso histórico.
Política Poética - Nicole Brossard
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